sábado, septiembre 10, 2005

Así es como está regido.

De una realidad que a nosotros nos parece absoluta, el real orden es un fenómeno que está lejos de ser conceptuado por nuestras almas, corazones, conciencias, conocimientos y todos los demás elementos que nos califican como seres humanos.

Partamos de una plataforma que es básica para este análisis que no tiene –recalco en esto- no tiene nada de fundamentos físicos, históricos, químicos, científicos, intelectuales ni nada por ese estilo.

El planeta que nos mantiene con vida, está girando alrededor de un sol, el cual mantiene a nueve satélites más y lo que conocemos como sistema solar, en el espacio es un fenómeno que nace y muere como las moscas en la Tierra. Luego, tendríamos que desplazarnos miles de millones de años luz para lograr salir de la galaxia a la que pertenecemos y lograr visualizar que hay millones de estrellas y galaxias regadas por el espacio; todo ello, todavía –me refiero al tiempo espacio que me tocó existir como unidad de carbón- es hostil para la vida como nosotros la conocemos.

Siéntate un momento y detén la marcha para comprender qué pasa con tu existencia, ya que todo lo que conoces te lo ha impuesto un sistema fabricado por hombres. La física y la química son el ordenamiento de los factores. La sed de querer existir en un mundo donde las cosas se palpen y sientan nos ha dejado sin la posibilidad de percibir la inmensidad que nos rodea.

Quizás, estamos en un inmenso laboratorio y nosotros, los más comunes de los seres somos el ganado, el lastre, el virus, el cemento. En un cierto sentido somos la expresión más básica de lo que puede forjar la carne, desde ese punto de visión nos observan y prueban para comprender hasta donde nos hallamos capaces de trasuntar con un suspiro de existencia; obviamente, estoy hablando del tiempo advertido desde un plano metafísico.

Un día estaba dormitando luego de un exhaustivo plan de estimulación física. Yacía en mi lecho buscando un punto de referencia para que mis ideas se pusieran en orden y, desde ahí, comenzó una brutal reflexión de la existencia de las almas cultivadas en cuerpos humanos.

No escatimé en enlazar todo lo que mi débil mente puede retener. Comenzando por el ser que a nosotros, a través de una culturización religiosa, lo conocemos como el Creador. Yo lo concibo como un ser que en un momento propuso el moldeo de las almas con una constante universal. En esta universalidad hay de todo, bienhechores, ignorantes, sabios, pacíficos, beligerantes, conocedores, malvados, etc. A todos y cada uno se les ha dado la posibilidad de mirar más allá de lo evidente (lo que se ve) para encontrar respuestas a la verdad del por qué sucede lo que sucede.

Somos como una alternativa de expresión, sin fin, de todo lo que pude llegar a concebir el Creador. Dividios en tantos creemos que en todo hay esfuerzo, carisma, astucia, inteligencia y poder; siendo así de hecho. No obstante, en realidad, se nos prepara para una función más importante en donde de alguna u otra forma, pecamos, fallamos, sucumbimos, flaqueamos, perdimos y, en ello, somos la mayoría.

Siguiendo con mi reflexión, tengo que dejar estipulado que en aquel momento estaba convencido de lo que pensaba y desde ese punto tengo que admitir que si puede haber una gran posibilidad de que ello sea así.

La vida terrenal la dejamos antes o después que otros y está el recurrente, pero evidente hecho, que los buenos se van y los malos quedan (¡los últimos serán los primeros!) Dentro de este contexto siempre ha ocurrido que quien esta por encima de nuestra miserable bondad, deja muy rápido del padecimiento de la carne.

Algo así como El Principito ( la novela), en donde aquel chico se encuentra con el piloto de avión en medio del desierto. El piloto desesperado busca por todos los medios volver hacia su vida y el niño solo quiere que le explique él por qué de su afán. Estando los dos en el desierto, el muchacho no encuentra nada mejor que volver a su mundo y dejar al piloto con sus ansias de seguir viviendo. Así, el infante le pide a una serpiente que lo muerda para despojarse del cuerpo que lo encadena a este mundo.

HSQO

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