Las naves de los subyugadores eran más grandes y su tecnología más avanzada. Además, estos seres tenían a otro a su servicio para lograr someter a cantidades grandes de almas. Una especie de mutante que solo obedecía órdenes de sus amos y realizaban las ordenanzas sin titubear.
Las naves nodrizas comenzaban a colocarse en posición cubriendo todo el cielo. Era el comienzo de su cometido y sin tardanza sus esclavos empezaron el descenso.
En deslizadores vertiginosos venían de a dos y de a cuatro, saltando hacia el vacío para emprender la lucha contra los bondadosos y así lograr arrebatar la mayor cantidad de almas.
Corrían por sobre la faz de la tierra dando saltos y zancadas espectaculares. Dando un pequeño giro y un impulso gigantesco embestían a los bondadosos para que no pudieran hacer su trabajo. Con armas replegaban a los centinelas y los deslizadores se encargaban de detener el avance de los ayudantes para la recolección. El pandemonio comenzaba a generarse.
Replegándose los bondadosos ya que su naturaleza no contenía ira ni desprecio, optaron por elevarse un poco más arriba de la faz de la tierra y dejar actuar un grupo especial que solo lo mantenían para estas ocasiones: El grupo de choque.
Hombres elevados que se habían destinado ellos mismos para realizar esta labor de contención y fortaleza más allá de su propia integridad inmortal, comenzaban su descenso hacia la superficie del planeta.
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